CONTEXTO HISTÓRICO: ARGENTINA, UN PAÍS RECEPTIVO

Los vientos políticos de fines del siglo XIX. El fenómeno de la inmigración gallega es muy significativo en la historia argentina. En los años de mayor afluencia fue producto de circunstancias políticas y económicas que se dieron tanto en Europa como en América.

En el último cuarto del siglo XIX la segunda fase de la Revolución Industrial se diseminaba desde Gran Bretaña hacia el resto del mundo muy rápidamente. La proyección en Argentina dio lugar a nuevos negocios, con la llegada de capitales -mayoritariamente ingleses- y acuerdos políticos. La incorporación del ferrocarril hizo viables los negocios agropecuarios a través del puerto de Buenos Aires. En Europa la era industrial había dejado los campos sin brazos y resultaba rentable importar los productos agropecuarios desde la pampa argentina. Al mismo tiempo se generaban nuevos mercados para colocar sus manufacturas.

En Argentina la preocupación política transcurría por poblar efectivamente su dilatado territorio e introducir los nuevos negocios. Esta tarea creó la necesidad de mano de obra, la que llegó sobre todo de las regiones menos industrializadas de la Europa de ese tiempo.

En el Preámbulo de la Constitución Nacional de 1853 su inspirador Juan Bautista Alberdi expresa que entre los amparados por los derechos fundamentales declarados se incluyen “… todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino…”; una redacción liberal y generosa. Luego los presidentes Bartolomé Mitre (1862-1868), Domingo Faustino Sarmiento (1868-1874) y Nicolás Avellaneda (1874-1880) fueron los intérpretes de estos principios, como autores de políticas y leyes sobre la inmigración.

La República comenzó a atraer inmigrantes a los que se les ofrecían facilidades para su incorporación al país, y se implementó un mínimo de ayuda social y sanitaria. Otros aspectos como el acceso la posesión de las tierras para labranza, establecida con poca convicción por la ley de colonización de 1876, no tuvieron efectividad en la práctica.

El siglo XX trajo -ya como una necesidad- la lucha reivindicativa por las condiciones de trabajo, la “cuestión social”, impulsada con cierta virulencia por inmigrantes provenientes de la militancia obrera europea. En los círculos oficiales argentinos -conservadores en el poder- descubrieron entonces “los peligros de la inmigración” y finalmente dictaron dos leyes represivas: la Ley de Residencia (1902) y la Ley de Defensa Social (1910) que sancionaban con severidad el sindicalismo de los inmigrantes.

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